jueves, 1 de abril de 2010

TechReady 10

Antes de iniciar en forma con este relato, debo poner en antecedente que no me está permitido publicar nada relacionado al contenido del TechReady aunque sí del propio evento. Por lo que, para aquellos que al mirar el título en primera instancia hayan pensado en llamar a cualquier representante de algún movimiento tipo Santa Inquisición, no se preocupen; pueden colgar tranquilamente sus celulares dado que mi intención es platicar de la experiencia vivida sin entrar en detalles técnicos de alguna plática… pero mejor no se confíen y lean hasta el final para cerciorarse.

La semana pasada se llevó a cabo en Seattle, WA la décima edición de una serie de conferencias a la que se le denomina TechReady. Debo decir que el evento de este año fue, por mucho, diferente a cualquier otro de años anteriores. Para empezar, el número de asistentes se redujo notablemente. Sin entrar en muchos detalles, sólo diré que fui uno de los dos afortunados de mi equipo que logramos “librar” los recortes que hubo en el grupo originalmente seleccionado para ir. No puedo decir que el evento haya lucido apagado o con poca gente: con recortes y todo éramos un mundo de gente caminando entre los diversos escenarios donde se impartían las pláticas. Sí, dije “caminando”. A diferencia de otros años en que teníamos que ir arrastrando los pies, hombro con hombro, cabeza con cabeza, espalda con… bueno, muy amontonados, esta vez realmente se podía caminar tranquilamente a cualquier punto que fuera necesario ir. Otra diferencia notoria en este evento fue la fecha. Normalmente debía haberse realizado durante el mes de febrero, pero por razones desconocidas esta vez fue a finales de marzo. Y menciono la palabra “desconocidas” porque el hecho de que las Olimpiadas de Vancouver se llevaran a cabo en febrero no hubiera supuesto que alguien hubiera querido escaparse para ir a verlas ¿verdad? ¿Quién estaría dispuesto a hacer semejante incoherencia? Ante todo está el compromiso con el TechReady ¿no?. Dejémoslo en que fueron razones desconocidas. Este cambio de fecha trajo consigo el poder disfrutar de un clima más agradable. Y cuando digo agradable hay que recordar una cosa: en Seattle el clima sólo mejora para que el meteorólogo de las noticias conserve la chamba diciendo algo diferente a “va a llover ligeramente durante todo el día y hará un frío de la fregada”. Bueno, esta vez no llovió durante todo el día (sólo a ratitos en los primeros días) y el frío no fue tan crítico como uno normalmente espera.

Algo a resaltar respecto a la gente de Seattle es que, en general, son muy amables. “Demasiado amables”, diría un compañero inglés durante una cena en un evento anterior. En México, uno normalmente no esperaría que la mesera de algún buen restaurante entable una charla amena y desinteresada con los comensales. Por eso, el que una de ellas se hubiera mostrado muy amable e interesada en nosotros durante nuestra primera cena, y que incluso nos hubiera ofrecido un par de postres ‘on the house’ hizo pensar a más de uno que “algo quería” conmigo. Pero no, es simplemente que la gente en Seattle tiene un estándar de servicio más alto que el nuestro. O al menos eso tengo que pensar porque no encontré su número telefónico bajo ningún plato después de la cena. Fue una situación muy divertida.

El evento comenzó sin mayor diferencia a otros. Desayuno y sesión general por la mañana, sesiones de diversos tipos durante el resto del día con un espacio para el almuerzo a mediodía. Recorridos por el centro de convenciones tratando de encontrar la plática adecuada o, al menos, la que sonara más interesante “en el papel”. Al respecto me gustaría decir algo. El título de una plática no necesariamente representa lo que escuchará uno durante la sesión. Por eso, es común escuchar comentarios como “no era lo que esperaba” o “entré sólo porque el salón que había elegido originalmente estaba lleno y resultó ser una de las mejores pláticas del evento”. De aquí permítanme expresar mi opinión con respecto a los títulos de las conferencias. Aquel expositor que siente pasión por la plática que dará se esforzará por hacerlo notar en el título con el que la bautiza. De eso me convencí cuando entré a una plática simplemente porque su título era poco convencional. Al estar allí, en la plática, pude ver a una persona menuda, de lentes, ya algo entrado en años, que hablaba con tanta energía, fuerza, pasión y entrega (estuve tentado a usar la palabra amor) sobre su producto que no hubo un rato en que pudiera apartar mi mente del salón. Salí queriendo instalar la última versión del producto cuando nunca antes había instalado una versión anterior. Y claro, el producto es bueno, como muchos, pero fue su presentador quien realmente me movió a tomar la decisión de su adopción.

Otras pláticas resultaron reveladoras también aunque en otro sentido. Durante una sesión en que algunos líderes de mi área abrieron los micrófonos para pedir retroalimentación con respecto a ciertas iniciativas, ocurrió algo increíble (casi aterrador). Imagínense el cuadro: un grupo como de diez personas sentadas en el escenario sonriendo al principio, casi desafiando si alguien podía dar feedback interesante; en la audiencia, miles de personas que contaban con 3 micrófonos para hacer sus comentarios. No entraré en detalles sobre los propios comentarios pero cada vez que alguien daba el feedback solicitado, invariablemente se escuchaba el aplauso y las exclamaciones de apoyo del resto de los integrantes de la audiencia. Rostros pálidos, ojos muy abiertos, sorpresa, miedo, era parte de lo que podía verse en cada uno de los integrantes del equipo de líderes que estaban al frente. La respuesta para muchos comentarios fue similar: nosotros pensábamos que esa iniciativa era un éxito, es lo que nos indican nuestros direct reports, no sabíamos de todos estos problemas. Tratando de ver el asunto desde el lado positivo, qué bueno que exista la posibilidad de dar retroalimentación directa al equipo de líderes. Pero por otro lado, ¿por qué la retroalimentación que ya se había dado a los mandos medios no subió hacia los líderes? ¿Será que en algún punto todo se detiene porque es mejor proyectar un resultado positivo ante una iniciativa? No lo sé, se me ocurren varias respuestas pero no viene al caso debatirlas ahora. Además, supongo que eso pasa en todas las empresas… ¿o no?

Pero pasando a cosas más agradables, la vida nocturna durante el TechReady fue increíble. No necesariamente multitudinaria, pero definitivamente divertida. Cena para la comunidad latina a la que asistireron pocas personas pero que estuvo enmarcada de humor, albures, picardía, risas y bebida. Cenas con los amigos durante las noches que se nos permitía elegir el lugar acompañadas de buenas pláticas, anécdotas, burlas y deliciosa comida. Una noche tuve la fortuna de cenar junto con compañeros de otros países y escuchar anécdotas tan lejanas pero tan similares a las nuestras llenas de humor y optimismo aunque nunca con la picardía latina, y sin embargo, muy divertidas también. Pero la noche que en lo personal me gustó más fue la de la fiesta de asistentes, donde había diferentes tipos de música en cada salón que iba uno recorriendo, diferentes tipos de comida, juegos y diversión. Pero el ingrediente que hizo esa noche especial fue encontrar la sala “mexicana” animada por un mariachi. Ya se imaginarán: cantos, bailes, risas, gritos silbidos. Una fiesta mexicana en Seattle. La comida y la bebida no fueron exactamente mexicanas pero no importó mucho, el ambiente lo era. Aun durante los momentos en que el mariachi iba a descansar seguían escuchándose cantos mexicanos a capella en alguna mesa apartada, tal vez motivados por las cervezas, tal vez no. Invariablemente, las noches formaron una parte especial del evento al grado de terminarlo con muy pocas horas de descanso efectivo. Pero eso no importó. Sabíamos que la próxima vez que tuviéramos la oportunidad de estar en este evento podía ser muy lejana en el tiempo, así que había que disfrutarla al máximo, y lo hicimos.

Algo que no deja de sorprenderme nunca es la cantidad de personas que uno conoce en Seattle, no sólo de otros países sino también de México. Este año no fue la excepción en ese sentido y conocí a varias personas que trabajan en mi misma subsidiaria y a los que nunca antes había visto. Pero también tuve la oportunidad de conocer a gente de Alemania, África, Bélgica, Argentina, República Dominicana, entre otros. El conocer otras culturas, otras formas de hacer las cosas, otras costumbres, gestos, ademanes, vestuarios, rasgos, miradas, todo forma parte de una experiencia sumamente enriquecedora para quien puede ser parte de ella.

 

Me llevo muchas cosas del Techready: alegría, noches interminables, pláticas amenas, risas, esperanza, pasión, cantos. Tantos y tantos recuerdos que me es imposible expresarlos adecuadamente aquí pero que ahora forman parte de mi ser. Me siento orgulloso de haber podido disfrutar tantas cosas en tan poco tiempo y espero con ansias una nueva oportunidad de asistir y volverme a sorprender tan gratamente. Por si esto lo ve alguno de mis jefes, debo mencionar que las sesiones a las que asistí fueron muy productivas también y que haré lo posible para llevar lo aprendido a mis clientes y cumplir con mis commitments.

 

¡¡Hasta el próximo TechReady!!

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