viernes, 18 de diciembre de 2009

Compromisos

Por mucho que me hubiera gustado, nunca me he considerado un gran deportista ni nada similar, pero debo mencionar que tampoco soy del todo malo practicando los deportes que me llaman la atención. Durante varios años practiqué Basketball y llegó a gustarme tanto que lo jugaba casi a diario. En una época llegó a convertirse en mi actividad principal y no me imaginaba yo un fin de semana en otro lado que no fuera una cancha de “basket”. Pero también me gustaban mucho otros deportes como el Baseball, el Futbol Americano e incluso el Volleyball. De todos los deportes que en algún momento practiqué aprendí diversas cosas: disciplina, esfuerzo, constancia, trabajo en equipo, etc. Claro que ningún deporte me hubiera atraído tanto si no me pareciera divertido de alguna u otra forma.

Sin embargo, por motivos que no viene al caso mencionar, al cabo de unos años terminé como la mayoría de los deportistas talentosos: como espectador. O usando palabras menos simplistas, “director técnico vía remota”. Por supuesto que esto tuvo sus consecuencias a lo largo de los años: inactividad, aumento de peso (unos 25 kilitos de más), problemas de salud y la frustración de haber abandonado algo que realmente disfrutaba. Así que un buen día decidí “activarme” nuevamente  y me propuse empezar a hacer ejercicio… Está bien, está bien, fue un poco más complicado el asunto:

Dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena, por lo que cada vez que algún médico recitaba (junto conmigo mentalmente) la lista de consecuencias que puede tener el sobrepeso, yo tenía siempre bajo la manga el pretexto adecuado para refutar cada elemento. Curiosamente, las palabras que vencieron cualquier argumento que yo pudiera tener vinieron también de un médico: “Posiblemente no recuperes la movilidad del tobillo y tengas que usar un bastón para caminar… si es que el tobillo aguanta tu peso”. Ese fue el veredicto después de que el cirujano había pasado varias horas tratando de, literalmente, reconstruir cada uno de los pequeños elementos que forman el tobillo que, por simples leyes de la física, no había podido soportar la combinación fuerza-masa-inercia-torsión-estupidez-soccer. No es que haya sido un momento espiritualmente revelador, pero definitivamente resultó aterrador. Así que una vez decidido a no dejar que mi tobillo dejara de moverse, y ya que todos los huesos habían soldado y recuperaron su estabilidad, comencé con la rehabilitación. Fue doloroso, agotador, a veces frustrante, pero resultó: recuperé un 95% de la movilidad normal. Pero había otro problema, según explicó mi médico: “Estás teniendo mucho desgaste en el tobillo todavía. Puedes perder mucha movilidad a menos que bajes de peso… y te mantengas delgado”. Me recomendó varios ejercicios, dieta y cambiar mis hábitos sedentarios que por varios años me caracterizaron.

Elegir el ejercicio adecuado para mí fue un poco complicado. Los deportes que siempre había practicado eran de conjunto y reunir a varias personas con intereses y horarios similares no resulta una tarea fácil en estos tiempos. Intenté varias opciones: ciclismo, natación, caminata, entre otros. Pero el que más me agradó fue el simplemente correr. Es buen ejercicio aeróbico, se puede practicar individualmente, no requiere mucha inversión en dinero, aunque posiblemente sí en tiempo, y es bastante efectivo para bajar de peso y mantenerse delgado. Lo que yo no sabía es que también se vuelve un deporte competitivo, no contra otros, sino contra uno mismo. Conforme se adquiere condición y velocidad siempre se van poniendo nuevos retos en tiempos y distancias. Pero también es un deporte de alta concentración: incontables veces he sentido cómo mi cuerpo comienza a sucumbir ante el cansancio y el dolor, pero si mentalmente uno se mantiene dispuesto a continuar el cuerpo obedece.

Recuerdo un incidente que me ocurrió cuando comencé a competir en carreras de 5 Km (que son consideradas adecuadas para principiantes). Invité a mis padres a verme correr en un centro deportivo que queda cerca de su casa y, aparte del aspecto deportivo, era buen pretexto para ir a desayunar juntos después de la carrera. No tengo la certidumbre ahora, pero creo que era apenas mi segunda carrera de esa distancia. Por supuesto, no gané. De hecho llegué junto con el último bloque de corredores pero mi papá lo festejó como si hubiera yo llegado en primer lugar y hubiera obtenido algún premio a nivel nacional, quizás mundial. “¿Y para cuándo corres una de 10 Km?” preguntó durante el desayuno. “No sé si aguante” fue mi respuesta inmediata. “Eso sólo depende de ti y de que quieras hacerlo” contestó sonriendo. En los siguientes meses no sólo corrí carreras de 10 Km, sino que hasta me aventuré a correr un medio maratón (21 km). Con el paso de los años, he seguido corriendo y llevo ya en mi cuenta 3 medios maratones. Pero nunca un maratón completo.

Hace algunas semanas, a mi papá le diagnosticaron un tumor cerebral. Con todas las complicaciones que esto pudiera implicar, las cosas se dieron muy bien. El tumor se detectó a tiempo, estaba ubicado en una zona donde resultaba relativamente sencillo extraerlo, se consiguieron los medios rápido junto con los doctores y las instalaciones adecuadas para realizar la delicada cirugía. Claro que nunca es algo fácil ni libre de riesgos, por lo que mi papá estaba algo temeroso, pero aún así animado. Dos días antes de su operación estuvimos platicando de varias cosas y saliendo un poco (o un mucho) del asunto de su intervención quirúrgica me preguntó: “¿Y cuándo corres un maratón?”. Honestamente, eso no estaba en mis planes cercanos, ni tampoco en los lejanos. “No sé, no lo había considerado ya” respondí un poco sorprendido por la pregunta. “Deberías animarte” concluyó. Aun no me explico cómo una persona que está a punto de ser operado por un tumor cerebral decide animar a otra para que corra un maratón, pero así ocurrió. El martes pasado, mi papá fue operado sin ninguna complicación. El tumor fue extraído en su totalidad y tal vez la única mala noticia fue que, como era probable, resultó ser un tumor maligno. Pero su recuperación ha sido asombrosa: en menos de 24 horas después de su operación había recuperado todas sus facultades y sigue mejorando. El día de hoy recibí la noticia de que ha sido dado de alta y sólo queda la difícil parte de la radioterapia que iniciará en enero. Pero lo crítico ya pasó.

Mientras todavía se encontraba en el hospital recuperándose esta semana recuerdo que estaba yo animándolo: “Decían que había muchos riegos en la operación y los superaste todos. Y aunque todavía queda la parte difícil de la radioterapia sé que también lo superarás. Será complicado, pero sólo depende de ti y de que quieras lograrlo”. El utilizar las mismas palabras que él usó para motivarme con el maratón hizo que me mirara fijamente sin decir palabra. Tomó mi mano fuertemente entre las suyas y en ese momento dos compromisos quedaron sellados: Yo correría un maratón en el 2010 y él se recuperaría para presenciarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario