domingo, 10 de enero de 2010

A veces…

A veces, al darme cuenta que un día no es lo bueno que yo quisiera, trato de tranquilizarme yendo por un café a mediodía, telefoneando a alguien, o simplemente saliendo un rato de donde esté para respirar un aire diferente. A veces situaciones tan simples como encontrar un buen café se complican y debo conformarme tomando cualquier otra cosa, no porque necesite tomar algo, sino para continuar el pretexto de no estar, aunque sea por un momento, donde no quiero estar. A veces, antes de yo llamar, recibo alguna llamada justo de la persona a la que tenía pensado llamar yo, como si por alguna coincidencia de la vida nuestras mentes y momentos se sincronizaran. A veces me encuentro con gente a la que no quisiera ni dirigirle el saludo, pero al tenerlas de frente no puedo más que traicionar mis propios deseos y discretamente las saludo. A veces surgen más problemas de los habituales y siento la frustración de no ser capaz de resolverlos todos. A veces quisiera que el día tuviera un par de horas más para poder terminar con las cosas que debo hacer. A veces quisiera poder desocuparme más temprano y hacer más cosas que no necesito hacer. A veces pronuncio palabras que tranquilizan y confortan a otros justo en el momento en que así lo requieren. A veces digo estupideces que salen de mi boca sin esfuerzo y no logro notarlo hasta que ya es muy tarde. A veces juego mentalmente con situaciones ocurridas para hacerlas más graciosas de lo que en realidad son, no para hacerlas más interesante sino para poder contarlas después y pasar buenos ratos. A veces leo con la impacienca de quien desea enterarse rápido de lo que está leyendo, tratando de acumular rápidamente páginas como si la cantidad de palaras leídas estuviera directamente relacionada al nivel de su entendimiento.

A veces me imagino en un futuro, con gente que aún no conozco y con gente que creo conocer, sin incertidumbre y sin preocupación. A veces miro al pasado como quien revisa cada uno de los tatuajes que cubren su cuerpo, algunas figuras traen recuerdos buenos, otras provocan nostalgia y arrepentimiento, pero todas ellas se fijaron al cuerpo con dolor cuando se creaban aunque, también, todas ellas produjeron orgullo al ser terminadas. A veces veo el momento que llamamos presente, veo cómo, después de añorarlo tanto, rápidamente se convierte en parte de un recuerdo, y percibo cómo, minuto tras minuto, más momentos se desvanecen. A veces pienso en el tiempo como la sucesión de situaciones (no de momentos) que cada quien vive y que, unidos todos por nuestra imperfecta memoria cuentan una historia. A veces, al cruzar alguna meta, he sentido correr por mi rostro lágrimas, sudor y lluvia, y he sido capaz de distinguir, por su temperatura, por su intensidad, por su sabor, el origen de cada gota.

A veces pienso en lugares lejanos, que más que traer a mi mente recuerdos de paisajes, sitios, climas, eventos, me recuerdan gente, palabras y juegos. A veces canto en silencio, sintiendo la música y la letra en el alma, no en los oídos. A veces recuerdo mis sueños, muy raras veces, y advierto lo ilógico de mi pensamiento pero, al mismo tiempo, me doy cuenta de la complejidad de mi ser, de la forma irracional, libre y sentimental en que un sueño se forma. A veces despierto sobresaltado, sin recordar lo que me hizo despertar, sabiendo que por más que me esfuerce el insomnio apenas ha comenzado. A veces camino sin importar a dónde me dirija sino tratando de encontrar compañía para el resto del camino. A veces río, juego y disfruto por el simple hecho de reir, de jugar y de disfrutar, descubriendo también que mi alegría puede alegrar a alguien más. A veces callo esperando que una voz diferente a la mía rompa su silencio y el mío y así poder iniciar un escándalo. A veces vivo. A veces muero. Siempre estás allí.

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