domingo, 13 de septiembre de 2009

Reencuentros

Hace no mucho tiempo, me encontré con un ex-compañero de Vocacional justo afuera de los elevadores del edificio donde ambos trabajamos. Sí, después de casi 20 años sin vernos y de varios trabajando en el mismo edificio, fue por una coincidencia que nos encontramos.

Después de platicar un rato y ponernos rápidamente al día -bueno, lo que pudimos durante los escasos 15 minutos que duró nuestra conversación- intercambiamos correos, teléfonos y quedamos en tratar de organizar una reunión entre los compañeros que aun mantenían contacto con él. En mi caso, desde que dejé de estudiar perdí cualquier contacto con mis compañeros por situaciones que no viene al caso mencionar en este momento. Así que dependíamos totalmente de él para juntar a la mayor cantidad de gente para nuestra reunión.

No pasó mucho tiempo cuando recibí un correo electrónico de su parte. Era precisamente el correo donde invitaba a "todos" a una reunión para recordar viejos tiempos. Por supuesto, más allá del contenido del mensaje, mi atención se fijó en las personas a las que lo había enviado. No eran muchos. Pero afortunadamente, todos eran conocidos para mí. Allí estaban Gustavo (el Scout), Gabriel (el Macizo), Tony (la Toña), Adriana (la Asshh), Ma. Eugenia (la Maru). Pero el nombre que definitivamente captó más mi atención fue el de Sandra (así, sin apodo). Sandra y yo fuimos novios durante esos años de estudio en vocacional y un poco más.

Nuestra relación fue muy bonita y aun despierta en mí muchos recuerdos muy agradables. Quisiera poder mencionar la razón por la cual dejamos de vernos pero, honestamente, no la recuerdo... tal vez no la quiero recordar.

Como resultado del correo que Leonardo (el Gabachas) envió, yo contesté animando a los incluídos en él para organizar la tan anhelada reunión e incluí los datos de mi celular, messenger, etc. Nadie contestó. Sin embargo, eso no significa que no tuviera respuesta. A los pocos días de haber contestado el correo recibí una llamada al celular de un número desconocido:

- Bueno.
- Hola. ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú?
- Bien también... No sabes quién habla ¿verdad?
- No, la verdad no.
- Sandra

Mil pensamientos pasaron por mi mente al escuchar su nombre en el auricular. Inmediatamente relacioné que había obtenido mi número por el correo que envié pero eso no cortó mi sorpresa. Escuchar su voz después de tantos años fue muy raro para mí. Empezamos a platicar durante unos 10 minutos tratando de contar cada quién su historia de casi 20 años. Finalmente, escuché en el teléfono una frase que tarde o temprano surgiría: "Y entonces, ¿cuándo nos vemos?". Por un lado, tenía enormes deseos de verla: no nos guardábamos ningún rencor, nos conocíamos perfectamente y todo mundo envidiaba el tipo de relación que habíamos tenido porque nos llevábamos muy bien. Pero por otro lado... bueno, en ese momento no hubo otro lado. Pusimos el día y la hora para vernos.

Durante los días que pasaron antes de vernos nuevamente, Sandra y yo tuvimos un par de conversaciones telefónicas durante las cuáles seguimos contándonos detalles de la vida posterior a nuestra relación. Por extraño que parezca, era como estar platicando con alguien a quien nunca había dejado de ver. Su voz sonaba tan familiar para mí que me producía una sensación sumamente rara. Aun así, tenía en mente muchas dudas: ¿cómo sería ella ahora? ¿sobre qué platicaríamos? ¿qué novedades y sorpresas surgirían durante nuestra conversación? ¿qué resultaría de nuestra reunión?

El día y la hora llegaron. Estaba lloviendo y yo esperaba afuera del lugar donde nos veríamos. Cada persona que se acercaba a lo lejos me parecía familiar. Fueron momentos un tanto desconcertantes. ¿Qué tanto podía cambiar una persona en 20 años? ¿la reconocería? ¿me reconocería ella a mí? Finalmente llegó. Curiosamente, al verla inmediatamente supe que era ella pese a los cambios que el tiempo nos hace pasar. Ella también me reconoció, así que entramos y comenzamos a platicar.

Recorrimos todos los años que habían pasado desde la última vez que nos vimos. Trabajos, parejas, casas, hijos, amigos, alegrías, tristezas. Hubo de todo un poco, excepto de nosotros. Sin haber sido un acuerdo como tal, ninguno mencionó nuestra relación durante las 4 horas que duró nuestra plática.

No puedo negarlo: fue una bonita velada. Definitivamente las situaciones por las que hemos pasado nos han hecho personas diferentes. Lo que alguna vez nos atrajo había desaparecido casi por completo. Por supuesto que puede existir una buena amistad, compañerismo. Nada más.

Me alegro de haber podido ir a darme cuenta de esta y otras situaciones. Todo va formando parte de las experiencias que cualquier ser humano debe tener para entender mejor su vida y la de las demás.

Añoro seguir viendo amigos y saber cómo les ha ido, cómo han ido formando su historia. Finalmente, su historia forma ya parte de la mía... y puede continuar.

1 comentario:

  1. Julio, en verdad que me agrada mucho el blog que has empezado a escribir. Soy entusiasta de la anécdota y eres un muy buen narrador. Me da gusto que hayas tenido ese encuentro. Sólo me queda una duda: Si casi todos tus ex-compañeros tenían apodos, tú debiste haber tenido alguno. ¿Cuál era?

    Gracias por compartirnos estas historias. Personalmente, las aprecio mucho.

    Rodrigo.

    ResponderEliminar