sábado, 19 de septiembre de 2009

De temblores y cosas peores...

El día de ayer se llevó a cabo lo que la Secretaría de Protección Civil llamó oficialmente el "Macro Simulacro 2009". Para los que no se hayan enterado, el objetivo era reforzar la conciencia ciudadana en cuestiones de procedimientos de desalojo de edificios y lugares de trabajo en caso de algún evento sísmico.

He vivido en el Área Metropolitana del D.F. durante toda mi vida y, aunque estoy familiarizado (tal vez hasta acostumbrado) con los eventos sísmicos que constantemente ocurren aquí, todavía no estoy plenamente convencido de que los simulacros (Macro o no) realmente funcionen para todos en una emergencia real. Permítanme explicar esto un poco más.

Los primeros temblores que recuerdo en mi vida me llevan a aquellos lejanos tiempos cuando todavía era estudiante de primaria. No había en mí la más mínima conciencia (ni ciudadana ni de ningún otro tipo) de lo que podía ocurrir durante un sismo. Sólo veía cómo mis maestras se volvían histéricas tratando de sacarnos a gritos del salón de clases mientras todo se sacudía suavemente. Claro, al ser todavía un niño, más que asustarme me divertía al darme cuenta que no era posible caminar en línea recta por más de dos pasos. En lugar de utilizar el clásico comentario que ahora se escucha después de un temblor "estuvo fuerte ¿no?", solíamos usar el no tan clásico "¡órale, se sintió padre!". Por supuesto, no todo era alegría. Me intrigaba la razón por la cual los adultos se alteraban tanto si, en mi pensamiento, "nunca pasaba nada". Aparte, para mi enorme sorpresa, había uno que otro niño que terminaba más que pálido después de que todo había acabado. ¿Cómo podían no disfrutar algo así? Aparte de poder ir corriendo al patio ¡las clases se suspendían! Personalmente, me divertía cuando regresábamos al salón y, usando mis infalibles zapatos con suela suave, provocaba nuevos "temblores" en la silla de la compañera de enfrente, quién siempre salía corriendo jurando que había vuelto a temblar. Perdón, Marce, fui yo.

Otro recuerdo que tengo de la misma época fue cuando, durante un temblor más, mi madre nos obligó a mis hermanos y a mí a colocarnos debajo del marco de la puerta principal del departamento donde vivíamos. Ahora sé que, en el caso de que la intensidad del sismo hubiera sido mayor, aquel sobrevalorado marco de puerta no hubiera sido de mucha ayuda. Sin embargo, fue de las primeras acciones que empecé a tomar como parte de mi "conciencia sísmica": buscar un marco de puerta para protegerme. Bueno, tal vez tenía que pagar de alguna forma las bromas que le gasté a la pobre Marce (quien me haya visto seguro se rió de mí tanto como yo me reí de ella). Aunque claro, con el tiempo cambié los marcos de puerta por columnas que parecían ofrecer mayor protección en caso de que todo se viniera abajo. Pero eso nunca había pasado.

Sin embargo, el 19 de Septiembre de 1985, cuando estaba ya en Secundaria, vi por primera vez lo que un sismo de alta magnitud podía causar:

En ese entonces vivía yo en Tlalnepantla, en las afueras del D.F. Era jueves y parecía un día de escuela normal. La primera clase del día: Taller. Para el caso de los hombres, Herrería. Para las mujeres, Taquimecanografía (sí, todavía existían las máquinas de escribir y había que aprender a usarlas). Ese día, nuestro profesor, "El Fierros", había decidido que tuviéramos una sesión teórica en lugar de ir al patio donde se encontraba la máquina soldadora y todas las herramientas que normalmente utilizábamos. Estábamos gustosamente tomando dictado sobre la interesantísima Historia de la Herrería cuando sentimos, sorpresivamente, una fuerte sacudida. Lo primero que todo mundo hizo en ese caso fue avisar a los demás "¡está temblando!", como si nadie más lo hubiera sentido. Lo segundo, fue voltear a ver al "Fierros" y darnos cuenta de que no tenía idea de qué hacer. Al principio nos gritó: "¡No se paren! Vamos a esperar que se pase". Así que permanecimos en nuestro lugar obedientemente durante unos segundos, hasta que vimos que de otros salones salían disparados hacia el patio y al "Fierros" no lo quedó de otra más que decir: "Salgan, ¡pero sin correr!". Debo admitir que en esta última parte no fuimos tan obedientes. Todos los temblores que me había tocado presenciar duraban unos cuantos segundos y todo volvía a la normalidad. Este parecía no acabar. Estábamos todos amontonados en el patio esperando que todo acabara. Revisando postes de luz, cables, los tableros de la cancha de básquetbol, los árboles. Cualquier cosa que dejara de moverse de un lado a otro para que finalmente pudiéramos decir "ya pasó". Pero no fue tan rápido. Las paredes del edificio donde estábamos empezaron a crujir. Las casas vecinas emitían un ruido que aun hoy recuerdo y que hace que sienta escalofríos. A lo lejos se escuchaban vidrios rompiéndose, gente llorando. Y el piso seguía sacudiéndose. No sé cuánto tiempo pasó. Los reportes oficiales podrán decir lo que sea, pero para todos los que lo sentimos duró una eternidad. Finalmente se detuvo. Hubo una inquietante calma. Aparentemente, no había pasado nada. Los maestros comenzaron a revisar el edificio antes de dejarnos subir a nuestros salones nuevamente. Después de una larga revisión, los maestros determinaron que no era seguro regresar a clases. Había varias paredes con grietas y no resultaba seguro que permaneciéramos mucho tiempo allí. Sólo permitieron que fuéramos por nuestras mochilas y nos dejaron ir. Mi casa estaba a sólo unos pasos de la escuela, así que llegué cuando todavía muchos vecinos estaban en la calle aún asustados por lo que recién había pasado. Quién se iba a imaginar que al prender la T.V. sólo aparecían escenas de destrucción, pánico y muerte. Edificios destruidos, vehículos chocados, gente atrapada entre toneladas y toneladas de escombros. Fue algo realmente horrible.

No entraré en más detalle sobre lo ocurrido durante ese temblor y la réplica que le siguió la noche del viernes 20 de Septiembre. Sólo diré que a partir de esos días me di cuenta de por qué la gente le tenía tanto miedo a los sismos y mi actitud hacia ellos comenzó a cambiar. Y aparentemente, la actitud de las autoridades también cambió al respecto.

Desde entonces, cientos de simulacros se han organizado en la ciudad. Todos ellos tratando de educar a la gente sobre procedimientos de evacuación, localización de sitios seguros, etc. Como una persona que atiende al sector público, paso mucho tiempo en sus instalaciones y me ha tocado formar parte de varios tipos de simulacro. Y cuando digo "varios tipos de simulacro" no me refiero sólo al tipo de emergencia que se simula sino también al tipo de procedimientos que se utilizan. El año pasado, durante un simulacro de incendio en las oficinas de mi cliente, empezaron a sonar las alarmas tipo "chicharra" y varias luces de emergancia se encendieron. Por un momento, no supe qué ocurría ni qué hacer. De repente, una persona con chaleco y casco rojos comenzó a darnos indicaciones para formar una fila y desalojar el edificio. Bajamos por las escaleras y en menos de 3 minutos llegamos a un "punto de reunión" seguro. Todo salió como se esperaba afortunadamente. Sin embargo, el simulacro de ayer llamó mi atención en más de un aspecto. Para empezar, pese a que era el mismo cliente que en el simulacro anterior, estaba yo en un edificio mucho más alto, en lo que se podría llamar la "Torre Ejecutiva". Era un piso 20. A diferencia de la vez anterior, en lugar de "chicharras", una amable voz femenina anunció por el sonido local que en ese momento "daban inicio las actividades de evacuación del Macro Simulacro". Nuevamente aparecieron los personajes con chaleco y casco rojos dando indicaciones. Pero en esta ocasión se escuchó música por el sonido local. ¿Sería para tratar de relajar a la gente? ¿tal vez como los violinistas tocando durante el hundimiento del Titanic? Después de todo estábamos en la Torre Ejecutiva. "Simulacro Ejecutivo" pensé. Tras 20 pisos y 2 mezzanines bajados por las escaleras, llegamos al punto de reunión seguro... casi 20 minutos después de haber iniciado. Todo un logro en caso de sismo ¿no?

Sin embargo, no son los procedmientos lo que me preocupan de estos simulacros, sino que no están hechos para todos. Ayer por la tarde estaba platicando con una amiga sobre el famoso Macro Simulacro y comentó que un consultor de nuestra empresa había estado con ella en una de sus cuentas. No habría despertado en mí la actual preocupación de ahora siento, de no saber que el consultor del que hablamos usa una silla de ruedas. Inmediatamente me lo imaginé tratando de bajar 20 pisos de escaleras en su silla de ruedas. Tal vez a muchos se les ocurra que a él le permitirían bajar por los elevadores como un caso especial, pero la realidad es que ni siquiera había nadie que estuviera al pendiente de esta situación. Y recordé el último temblor real que había pasado. A nadie se le permitió usar el elevador. Todos bajaron por las escaleras más de 25 pisos. Los procedimientos de "seguridad" especifican que los elevadores no deben ser utilizados. Claro, sé que un elevador no es el medio más seguro para bajar durante una emergencia, pero una escalera es mucho peor para quienes usan silla de ruedas. Y sólo estoy mencionando un caso, pero las situaciones son diversas.

No es fácil. Lo sé. Pero todavía falta mucha educación, infraestructura, procedimientos, etc. para que TODOS sepamos qué hacer durante una situación de emergencia y tengamos las mismas oportunidades. Mientras todas estas cosas no estén completas los simulacros no serán efectivos en su totalidad.

1 comentario:

  1. Vaya, Julio... ¡Excelente jornada! Francamente, no tengo mucha memoria del terremoto del '85. Lo único que recuerdo, como dices, es a mi mamá y a los demás adultos sufriendo de un pánico que era incomprensible para mí. Quizás, por esta razón, tiempo después estuve involucrado en las brigadas de salvación de la escuela donde estudié y recibí varios entrenamientos al respecto. Me pregunto si en la empresa donde trabajamos tenemos la oportunidad de pertenecer a un grupo así.

    Efectivamente, mientras salía en el simulacro de uno de mis clientes, recordé al consultor que mencionas. También me lo imaginé tratando de bajar las escaleras del cuarto piso donde labora... Esperemos que nunca se encuentre en una situación similar cuando en verdad haya una emergencia. Mejor aún, ojalá y no le toque a él ni a nadie alguna emergencia.

    Gracias por tus jornadas. Me agradan.

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