domingo, 4 de octubre de 2009

Por los árboles morados

Ayer en la noche asistí a un concierto organizado por Fundación Xochitla A.C. para celebrar su 20 aniversario. El grupo internacional que animó la noche fue "Viva la Gente". Fue una noche llena de música, baile y todo tipo de cantos provenientes de diferentes lugares del mundo. Una experiencia que valió la pena vivir. Y aunque me gustaría seguir platicando sobre el concierto y la grata impresión que me dejaron todos los integrantes de este grupo, el mencionar todo esto tiene otro propósito.

Resulta que la persona que me envió la invitación para este concierto es una colaboradora de la Fundación Xochitla y tiene entre sus resposabilidades el mantener el vivero del lugar, organizar pláticas y talleres de cosas incomprensibles para mí como "La Agricultura Biointensiva". Pero más allá de todas las calificaciones y logros profesionales que Nayeli ha tenido, debo mencionar que una cualidad que siempre he admirado de ella es su enorme creatividad. La conocí hace casi 20 años participando en actividades de apoyo a jóvenes donde dábamos pláticas y, en ocasiones, hasta llegábamos a actuar en lo que llamábamos "socio-dramas". Aparte de su carácter alegre y amable, siempre me sorprendió la forma casi artística que ella tenía para escribir y dibujar: su creatividad era ilimitada para mí. Conociendo yo esto, no pude menos que sentirme algo torpe después de un comentario que hice cuando ella intentaba explicarme dónde nos veríamos para entregarme los boletos del concierto.

Era un miércoles cuando recibí la llamada de Nayeli y decidimos que me daría los boletos el mismo día del concierto. Me dijo: "Cuando llegues a Xochitla me mandas un mensaje y me dices dónde estás para decirte dónde nos vemos". Hasta aquí todo fue la indicación normal para quedarnos de ver, pero luego, usando su ingenio, agregó: "Ya te diré si nos vemos en el segundo arbolito morado o a ver en dónde". Como una persona que ha sido educada con reglas inflexibles de ingeniería, la primera imagen que llegó a mi mente fue la de un árbol común y corriente pero pintado en su totalidad con alguna especie de tinte o pintura morada. "¿Arbolito morado?... ¿Hay arbolitos morados?", le pregunté. Ella respondió de forma casi inmediata: "Claro, las Jacarandas cuando están en flor". Después de sentirme un completo ignorante y tras haber terminado de ponerme de acuerdo con ella para el concierto, colgué y me quedé pensando: "¿Por qué no me pude imaginar un árbol con follaje morado? ¿de dónde saqué que la única forma de tener un árbol morado era pintándolo?"

Después de darle muchas vueltas al asunto, recordé a un maestro de Ingeniería Industrial que alguna vez, tratando de explicarnos nuestra falta de ingenio, nos llevó a lo que había sido, de una forma u otra, nuestra realidad. Trataré de explicarlo de la forma tan clara en que él lo hizo aquella vez.

No sé qué tanto recuerde cada quién sobre sus días en el Jardín de Niños, pero creo que algo común es que las maestras siempre nos ponen a dibujar, a colorear, y a desarrollar nuestra "limitada" creatividad. Recuerdo que en muchas ocasiones nos daban dibujos previamente elaborados y nuestra tarea consistía en darles color. Al principio, no importaba si pintábamos los elefantes de color verde o si el mar tenía un curioso color amarillo. El chiste en ese momento era reconocer los límites del dibujo y procurar no rebasarlos con los crayones que utilizábamos. Pero conforme íbamos dominando la técnica, y nos aventurábamos nosotros mismos a crear nuestros propios dibujos o a crear las más increíbles figuras con plastilina, empezaba a entrar en juego el que las maestras nos llevaran al mundo real por nuestro propio bien: "No, Carlitos, el Sol es amarillo, no rojo" "Memo, ¿cuántas veces tengo que decirte que no puedes escribir en la pantalla de la televisión usando la máquina de escribir?" "Julio, los árboles tienen el tronco café y las hojas verdes... ¡¡deja de pintarlos morados!!"

Era como si cada alumno estuviera hecho de algún tipo de plastilina que podía ser moldeado de miles de formas extraordinarias, pero aparentemente, el objetivo era tomar una gran espátula, cortar los sobrantes y convertirnos a todos en cubos lo más parecidos a lo que la sociedad consideraba "normal". Y esto no sólo pasa en el Jardín de Niños, ¿recuerdan las amenazas de algún profesor justo antes de un examen? "El que no escriba Las Leyes de Newton de forma exacta, palabra por palabra, tendrá mal su respuesta en el examen. Porque ninguno de ustedes es nadie para cambiar una sola letra de lo que Newton concluyó". No, no estoy exagerando. Esa historia fue real para mí. Por supuesto, nadie podía cuestionar o estar en desacuerdo con algo. "Tú sólo apréndetelo como es, no intentes entenderlo".

Y no es que critique la educación que tuve ni es una forma de justificar mi falta de imaginación, pero creo que todos deberíamos olvidarnos un poco de las reglas que durante toda la vida nos han inculcado. Si queremos crear cosas nuevas, vivir mejor, ser diferentes, es necesario empezar por desarrollar nuestra propia visión de las cosas, olvidándonos de la visión que otros solían imponernos. ¿Quién hubiera siquiera podido pensar que un avión podría elevarse por el aire? Definitivamente, sólo alguien que deliveradamente ignorara la imposibilidad de hacerlo y se aferrara a lograrlo. Pero ni siquiera son esos logros impresionantes a los que me estoy refiriendo ahora. Cada risa que logramos, cada problema que resolvemos, cada sorpresa que damos, cada sentimiento que despertamos, todo tiene su principio en ver las cosas de forma diferente, en ser diferentes y en querer una nueva vida.

Son innumerables las veces que me he encontrado con gente que es incapaz de superar dificultades. Normalmente tienen una serie de pasos a seguir, una "receta de cocina" y si, después de llevarlos a cabo, no pueden resolver su problema se cierran a otras opciones. Prefieren que alguien más llegue a arreglarlo porque no quieren correr el riesgo a equivocarse intentando algo nuevo. Lo peor de todo es que la siguiente vez que se encuentran en la misma situación repetirán exactamente el mismo procedimiento de frustración.

Ayer, al llegar al lugar del concierto, me quedé apreciando los diferentes colores que pueden verse en la vasta vegetación que existe en Xochitla. Rojos, azules, amarillos, verdes y... sí, morados. Hay tantas cosas que pueden disfrutarse en la vida, sólo es cosa de no cerrar los sentidos a las diferentes posibilidades. La pasé muy bien ayer y creo que no hubiera sido lo mismo de no ser... por los árboles morados.

2 comentarios:

  1. Otra publicación bastante agradable, Julio. No sé por qué te afanas en afirmar que tienes carencia de creatividad. Me parece que creatividad es lo que te sobra, a la hora de leer tus relatos. Tienes una manera de escribir bastante peculiar y debo admitir que me gusta bastante.

    Efectivamente, no hay nada más frustrante que ver a mis alumnos buscar esa "receta de cocina" para todo y nunca ir más allá de lo que está sucediendo en la clase. Hay pocos que sí lo hacen, pero siento que el resto es una especie de utilería necesaria para continuar con la asignatura. Por suerte, siempre hay alguien dispuesto a asombrarse por los árboles de colores. :)

    ¡Saludos!

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  2. Hola Julio!

    Yo también creo que tu tienes muchos talentos, algunos de ellos escribir y contar historias. En aquella época del grupo, tu eras uno de los mejores para dar pláticas y generar reacciones entre los asistentes.

    ¿Recuerdas la historia del Señor que depositó una moneda para que el caballito en la farmacia pudiera funcionar?

    Ahora con "Por los árboles morados" lo vuelvo a confirmar,a partir de un elemento, frase, pregunta o situación, tú puedes "traspasar" las líneas de los dibujos y colorear ¡cómo tu quieras!... Y como dices en tu texto "todo tiene su principio en ver las cosas de forma diferente, en ser diferentes y en querer una nueva vida".

    Gracias por este reencuentro.
    Un abrazo con mucho cariño
    Nayeli

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