sábado, 17 de octubre de 2009

¿Reir para no llorar?

Hace unos momentos tuve la oportunidad de presenciar a un grupo de jóvenes caminando por la calle. Algunos iban riendo, otros jugando, unos más saludando a la gente que se encontraban. Supongo que esto no tendría la menor relevancia para nadie si no mencionara yo que todos iban disfrazados de payasos. Y los había de varios tipos: unos harapientos, otros tan cuidadosamente vestidos que traían a mi mente la imagen de los antiguos arlequines; algunos maquillados estilo mimo, otros con los más grotescos dibujos en la cara; los accesorios como paraguas rotos, sombreros, globos y uno que otro triciclo eran parte de todo el espectáculo callejero que pude apreciar. Pero estos payasos y payasas parecían tener un objetivo común: arrancarle una sonrisa a la gente con la que iban topándose, literalmente.

Puede resultarle extraño a más de uno, pero sé lo que es hacer eso. No me refiero únicamente a tratar de arrancar una sonrisa, sino al hecho de realmente vestirme y maquillarme como payaso para lograrlo. No, no es mi trabajo de fines de semana ni nada por el estilo. Tampoco es mi trabajo del resto de la semana, pese a lo que piensan mis clientes y jefes. No, tiene un poco más de fondo el asunto.

Durante varios años pertenecí a un grupo de jóvenes que tenía el propósito de ayudar a otros jóvenes con sus problemas, adicciones, conflictos,y otras situaciones personales y sociales. Digamos que me gustaba sentirme útil y "valioso" para mi comunidad. Dentro de este grupo de jóvenes realizábamos diversas actividades que nos ayudaban a entender mejor el entorno que nos reodeaba, pero también a defendernos un poco del mismo. Y al emplear el verbo "defender" lo hago con toda intención y conciencia. Porque por muy ideal y "rosa" que el mundo puede llegar a ser para un joven, la realidad es que, tarde o temprano, la vida nos pondrá en situaciones donde el llanto será la más leve de nuestras reacciones. Precisamente, como parte de la preparación que los integrantes de este grupo debíamos tener, existían ciertas dinámicas que llevábamos a cabo con el fin de forjar nustro carácter y tener una mejor actitud ante la vida. Debo confesar que, en lo personal, me gustaba mucho organizar diferentes tipos de estas dinámicas. Todas tenían un objetivo, una enseñanza y finalmente dejaban una vivencia en los participantes que valía la pena recordar. Pero también debo reconocer que cuando alguien dentro del grupo mencionó que organizaríamos la "Dinámica de los Payasos" no tenía yo la menor idea de lo que se trataba. Así que con gusto acepté.

Por motivos de espacio y tiempo no comentaré a detalle todas las actividades que se realizan en la dinámica, pero trataré de explicarlo a grandes rasgos. La dinámica tiene varias fases que se van cubriendo a lo largo de dos días en un lugar aislado. A nadie se le permite salir y sólo quienes organizan saben qué actividad se llevará a cabo y en qué momento. Hubo pláticas, discusiones en grupo, convevencia, risas, llanto. Pero la última actividad fue la principal. Estábamos todos en el salón de pláticas cuando el tema a discutir fueron los payasos. Por trivial que parezca el tema, tiene su lado profundo después de todo. Surgieron varias preguntas: ¿qué hace un payaso? ¿por qué lo hace? ¿cómo logra hacer reir a los demás? ¿cómo logra él mismo reir, si a veces quiere llorar? ¿cómo elige la forma de pintar su cara, su vestimenta, su nombre? ¿logra sentirse satisfecho con su trabajo al final del día? Alguno que otro exponía situaciones: Al llegar a su casa, cuando su esposa le pregunta "¿cómo te fue?", ¿cuál podría ser su respuesta? "Bien, hice muchas payasadas" ¿tal vez?

Para contestar algunas de estas preguntas, nuestra siguiente actividad consistió en elegir un nombre, vestimenta y, sí, en maquillarnos como payasos. Honestamente no recuerdo qué nombre elegí en esa ocasión, tomé los pequeños recipientes con pinturas blanca, roja y negra, y comencé a dar forma a mi personalidad de payaso. Entre toda la ropa que los organizadores habían llevado para la dinámica tomé algún saco cuadriculado, unos pantalones enormes y uno que otro accesorio para completar el curioso juego. Comenzamos a tratar de hacer reir a los demás integrantes del grupo haciendo de todo: muecas, chistes, torpezas como fingir caidas, mímica, etc. Y después de practicar un poco todas estas diligencias, los organizadores anunciaron algo que heló mi cuerpo de forma repentina: Pues ya están listos, la última parte de la dinámica es salir de aquí y provocar una risa o, al menos una sonrisa, en la gente que se encuentra en las calles. ¡No se preocupen, nadie los va a reconocer porque van a ir disfrazados de payasos!

Y así, en una escena muy similar a la que ví por la mañana, salimos todos vetidos como payasos a tratar de hacer reir a la gente. No recuerdo si alguien se rió con las "gracias" que iba haciendo, o si sólo me miraban con extrañeza y curiosidad. Pero al menos puedo decir que tuve algunas respuestas a las preguntas que nos plantéabamos al principio.

El trabajo de payaso no es muy diferente a cualquier otro. Requiere de mucho esfuerzo, dedicación, práctica, renovación. Enfrentar la rutina diaria, las críticas, la insensibilidad. La elección de su nombre es tan importante para ellos como el título o posición que cada uno de nosotros tenemos en donde trabajamos, donde un "Jr." o un "Sr." hacen mucha diferencia. Y ni hablar de la vestimenta, todos nos disfrazamos de acuerdo a la ocasión y tipo de cliente. Una amiga muy cercana prefiere decir que los fines de semana nadie la reconoce porque son los únicos días en que no se disfraza y se viste como ella quiere. Pero el aspecto que posiblemente llamó más mi atención fue el maquillaje. El simple hecho de saber que nadie me reconocería estando pintado como payaso me hizo tener más confianza en lo que iba a hacer. Tal vez el maquillaje que uso ahora es diferente, no viene en ningún tipo de recipiente y no debo aplicarlo a mi cara para que los demás lo noten. No, ahora creo que le llamo "expertise", "conocimiento del cliente", "madurez", "best practices". Todo para ocultarme como persona y mostrar sólo lo que el cliente y el resto de la gente quiere ver. Esa es la máscara que muchos usamos, el nombre de una empresa, una fortaleza fingida, una actitud intimidante. Pasamos la vida retando a otros payasos a superar nuestra propias payasadas. Y nuestra única satisfacción será haber hecho nuestro mejor esfuerzo y tratar de disfrutar de nuestras propias bromas hechas originalmente para divertir a alguien más.

Cuando la dinámica terminó, era ya de noche y seguía yo maquillado, rumbo a mi casa, deseando sólo quitarme de la cara la horrible sensación que causa la pintura después de tanto tiempo. Llegué y entré a mi cuarto arrojando todo el equipaje sobre mi cama y antes de que alguien pudiera verme me escabullí al baño para tomar una ducha necesaria en más de un sentido. Pasé varios minutos quitándome el maquillaje y tratando de recuperar aquella añorada sensación de estar libre, de ser uno mismo otra vez. Tomé un baño relajante como pocos y me puse una pijama cómoda. Finalmente vi a mi madre y me preguntó: "Hola, ¿como te fue?". Pensé en responder mil cosas sobre la dinámica, pero sólo acerté a decir: "Bien, provoqué muchas sonrisas hoy". Me miró un poco extrañada y sonriendo ligeramente me dijo: "Bien. Qué bueno que ya llegaste".

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