domingo, 25 de octubre de 2009

Marca personal

No sé exactamente qué determina lo que nos ocurre cada día. Conozco gente que, sin la menor duda, atribuye su suerte a lo que indique su horóscopo. Claro, no cualquier horóscopo sino el que ellos han elegido como verdaderamente confiable... que, por cierto, puede no ser el mismo todos los días ni para todas las ocasiones. Otras personas han decidido encomendar su destino de acuerdo a lo que sus creencias dictan y simplemente aceptan lo que el día les tiene deparado. Hay quienes de forma más "científica" buscan explicar los acontecimientos cotidianos basados en teorías elaboradas con conceptos tales como el "efecto mariposa". Y, aunque en una cantidad menor, me he encontrado con gente que después de analizar probabilísticamente los datos dentro del universo elegido, determinan que, con cierto nivel de varianza y una desviación estándar confiable, simplemente, "ya les tocaba".

Bueno, pues sin saber realmente por qué ocurrió (tal vez no supe interpretar lo que los astros intentaban decirme al acomodarse), resulta que hace un par de semanas tuve un pequeño percance automovilístico, o como diría el ajustador del seguro, un "alcance". No fue nada serio en realidad, el carro seguía funcionando, pero la parte trasera quedó bastante afectada. La facia quedó notoriamente sumida, la cajuela quedó un tanto "descuadrada" y, bueno, posiblemente había otros daños que a simple vista no estan fácilmente perceptibles. El caso es que, aunque me traería algunas dificultades para trasladarme diariamente al trabajo, sabía que tarde o temprano tendría que despedirme momentáneamente del auto al dejarlo en algún taller para que lo repararan. Y fue más temprano que tarde. Al siguiente lunes llevé el carro a la agencia para que lo ingresaran y se iniciara todo el proceso que, por experiencias similares que han tenido compañeros del trabajo, se llevaría al menos tres semanas.

Gracias a toda esta situación, el medio que encontré más conveniente para transportarme todos los días fue el taxi. A ciertas horas el taxi puede ser más rápido y, sobre todo, más seguro. Pero tal vez lo que más ha llamado mi atención es que ningún viaje ha sido igual a otro, pese a que la ruta es siempre la misma. Hace ya algunos años había escuchado relatos de taxistas donde describían cómo es que analizaban al pasajero para saber si podían iniciar o no una conversación con él, y luego para determinar qué tipo de conversación sería más adecuada. Pero en mi caso, el análisis comenzó a ser diferente: me he entretenido descifrando la actitud y ánimo de quien va conduciendo. Y no es que me considere un experto analizando personalidades ni nada por el estilo, simplemente es interesante que viajes con más o menos la misma duración resulten en experiencias totalmente diferentes.

Para empezar, es de hacerse notar la "decoración" que puede uno encontrarse al entrar al taxi. Fotos, estampas, muñecos, luces, artículos religiosos, amuletos, plantas (si, plantas), dispositivos para guardar monedas, revistas, pantallas y un largo y variado etcétera. Lo siguiente que puede uno "apreciar" es la forma de manejar del taxista en turno. Y es que así como hay quienes manejan como verdaderos profesionales, los hay otros que parecen creer que son pilotos de Fórmula 1 a punto de cruzar la meta, cuando en realidad están acelerando para detenerse abrúptamente al llegar al semáforo que lleva ya un tiempo con la luz roja encendida. Y qué decir de aquellos que al más puro estilo de "The Fast and the Furious" se la pasan cambiando de carril y haciendo las más osadas maniobras para cerrarle el paso a los demás y mantener al espectador (el pasajero) al filo de la butaca (o del asiento trasero), todo para al final hacer prácticamente el mismo tiempo de viaje que quienes manejan decentemente. Pero para ser justo en mi comentario, debo decir que la mayoría de los taxistas con los que he viajado recientemente han mantenido la cordura y de forma bastante prudente me han llevado sano y salvo a mi destino.

Otro aspecto a resaltar en estos viajes es la conversación. Hay quienes de plano, no dicen ni "Buenos días" ni dan las gracias al recibir el pago del servicio. Otros comienzan a hablar sin mayor miramiento sobre temas que pudieran hasta resultar incómodos para quienes los escuchan: política, religión, etc. Incluso encontré quienes hallan más contructivo hablar con los que van afuera del taxi: tips de manejo ("¡pásate, imbécil! ¡no los dejes pasar!"), publicidad del servicio ("súbete, princesa... yo te llevo a donde quieras"), recomendaciones viales a la autoridad ("¡ve el desmadre que estás haciendo, con razón eres policía!"), recordatorios familiares (ok, demasiado obvio). Hay también quienes prefieren utilizar temas generales como el clima, el tráfico, el trabajo. Mientras que por otro lado, es posible ver a otros que elaboran toda una conversación a partir de algún hecho fortuito, algún letrero, algún mensaje o comentario escuchado en la radio (porque también es de mencionar que la mayoría de los taxistas no escucha música en el radio, sino noticias o programas donde existe alguna especie de conversación que los distraiga de su rutina diaria).

Posiblemente el caso que más ha llamado mi atención, es el caso de un taxista que me hizo varias sugerencias en la ruta a seguir tras escuchar cuál sería mi destino. Me propuso modificar un poco la ruta para llegar un poco más rápido y evitar un par de semáforos. Me ofreció alguno de los varios períodicos que llevaba a bordo para distraerme y mantenerme informado mientras duraba el traslado. Como no acepté el ofrecimiento, comenzó a hacer comentarios sobre su trabajo y la forma en que trataba de hacerlo mejor cada vez. "No porque el pasajero necesariamente se dé cuenta, sino porque al final del día yo sabré que no lo pude haber hecho mejor" me dijo. No fue mucho lo que duró el viaje, pero al final, cuando estaba yo bajando, me comentó "Espero que el servicio haya sido de su agrado, no para que vuelva a subirse a mi taxi, sino para que sea el comienzo de un buen día para usted". Tal vez era ya una frase hecha, o tal vez en realidad quería provocar en mí una reacción. Mi respuesta fue simple: "Gracias, igualmente". Pero eso pareció agradarle. Tengo que admitir que a veces no tengo buena impresión de este tipo de comentarios. Hay veces que pienso: "Sólo lléveme a donde le dije y dejemos a un lado los comentarios adicionales". Sin embargo, en esa ocasión me hizo pensar de forma diferente.

Así como ese taxista quería convertir un simple traslado de un pasajero en una experiencia agradable para que iniciara bien su día, existen muchos ejemplos de personas que día a día buscan hacer la diferencia en la gente que los rodea. Todos recordamos a esos maestros "locos" que más allá de dar su clase y apegarse al temario original, buscaban darle su toque personal a cada enseñanza. El maestro de Historia que rompiendo paradigmas, hacía que reacomodáramos las sillas del salón y formáramos un círculo para poder platicar "de frente" con cada uno. Aquel otro profesor que prefería realizar dinámicas vivenciales con el grupo y que dejaba a todos con cara de "¿eso va a venir en el examen?". Los maestros de matemáticas que diseñaban diversos tipos de mecanismos para demostrar que el Teorema de Pitágoras era correcto. El estambre que utilizaba la maestra de primaria para mostrarle a los alumnos de dónde proviene el valor de PI (3.14159) y por qué es útil para calcular el perímetro y el área de un círculo. Los maestros de la vida que a diario nos encontramos y que continuamente nos enseñan que la vida puede ser diferente. Todos ellos tienen algo en común: Todos quieren dejar su marca en nosotros, sentir que sus enseñanzas pueden ser nuestros aprendizajes, creer que su esfuerzo hará la diferencia en la vida de alguien. Y la realidad es que lo logran. Tal vez no en todos, tal vez no siempre. Pero con el paso de los años siempre habrá alguien que los recuerde bien por el esfuerzo, la valentía, el interés de pasar por la vida sin pasar desapercibidos.

Había un maestro que solía utilizar distintas frases ideadas por el mísmo para realzar sus clases. Unas muy ingeniosas, otras más. Hoy cierro el blog de hoy con una frase que escuché de él: "Lo que funde un foco no es que esté prendido todo el tiempo, sino que se esté prendiendo y apagando a cada rato. Pero el valor del foco reside en que encienda cuando alguien necesite su luz".

1 comentario:

  1. Julius aunque me toma una eternidad ponerme al día en tu blog, debo de decir que simplemente me fascina...
    recuerdo un día en el que tomé un taxi para ir con tu cliente(sí, ese mero) y el condeuctor en su afán de hacer mi trayecto más agradable me invito al cine ja ja ja...
    Seguiré leyendo que aún me falta mucho :D

    Yol

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