sábado, 10 de octubre de 2009

Detalles, detalles...

Creo que a lo largo de nuestra vida todos hemos escuchado en más de una ocasión que, a final de cuentas, lo que cuenta son los detalles para muchas cosas. Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Significa acaso que debemos estar pendientes de cada aspecto, aunque parezca insignificante, para realmente darle la importancia a algún evento, situación o gesto? ¿O quizás significa que debemos darle nuestro "toque personal" a cada cosa que hacemos o intentamos? Mucha gente me considera poco detallista y lo suficientemente distraído como para poder apreciar los "detalles" que la gente tiene para mí. Por supuesto, no estoy de acuerdo con eso y el valor que veo en los detalles es muy diferente.

Debo confesar que el punto de vista que tengo con respecto a los detalles ha ido evolucionando a lo largo de los años. Al principio, solía yo vigilar cada actitud de la gente, cada pequeño aspecto en las cosas... y resultó sumamente interesante: ¿Han notado que dependiendo de la profesión o actividad de una persona sus acciones son particulares? Es bastante simple. Mi hermana estudió Química desde la vocacional y continuó con los experimentos de laboratorio hasta graduarse como Química Farmacéutica Industrial. Siempre me llamó la atención la forma que tenía para disolver el azúcar en su café o té: no le daba vueltas a la cuchara siguiendo el contorno de la taza como lo hacemos el resto de nosotros, sino que movía la cuchara de un lado a otro tocando sólo 2 puntos opuestos de la taza, una y otra vez. "¿Por qué no eres normal y le mueves a tu café como el resto de la gente?" solía yo preguntar para molestarla... hasta que un buen día me dió la respuesta: "Al mover el líquido contra las paredes del recipiente generas una colisión mayor que simplemente dándole vueltas, ¡eso permite que el azúcar se disuleva más rápido!". Mudo y sin nada más que agregar al respecto me alejé de allí. Un poco molesto pensé "¿cómo iba yo a saberlo? ese tipo de detalles sólo los saben los químicos que se pasan revolviendo cosas todo el día". Pero fue así que empecé a notar relaciones que no había visto antes: el amigo al que le gustaba y amaba bailar Salsa, hubiera fiesta o no, jugaba básquetbol con la misma gracia de Willie Colón. Y como esa se pueden ver varias historias.

Pero todo esto despertó en mí una pregunta: ¿qué cosas hago yo de acuerdo a lo que estudié? Para los que no estén al tanto, aunque mi trabjao está más relacionado con la Tecnología de Información, mi carrera formal fue la de Ingeniería Industrial. ¿Qué hace un Ingeniero Industrial diferente al resto de las demás personas? Una vez un maestro comentó: El ingeniero industrial necesita saber física, química, matemáticas, pero no en una forma exacta ni profunda. Véanlo así: si alguien les pregunta "¿cuánto es 2+2?" su respuesta debe ser "cinco". "¿Cinco?" preguntamos todos casi al unísono. "Sí, cinco. El ingeniero industrial debe estar cerca de la respuesta correcta pero debe asumir que en el mundo nada es perfecto y si su proyecto es calcular la resistencia de un puente más vale que sobre y no que falte". Afortunadamente ahora me dedico a otra cosa.

Sin embargo, el poder captar todas estas actitudes de la gente basándome en su carrera o actividad no representa que estuviera realmente al tanto de los detalles que una persona tiene en su vida diaria. Para ser un poco más claro permítanme platicarles una pequeña historia que me sucedió cuando apenas era un niño, preo que relacioné con todo esto hasta muchos años después.

No recuerdo exactamente, pero debo haber tenido unos 5 años cuando esto ocurrió. Cerca del lugar donde vivíamos había una farmacia bastante grande según quedó registrada en mi memoria. Y, a diferencia de lo que puede uno encontrarse hoy en día en las farmacías, en ese tiempo era común encontrar algún tipo de entretenimiento para niños. No, no hablo de videojuegos ni de nada similar. En algún costado de las farmacias podían verse comúnmente caballitos o coches a los que los niños nos subíamos y, al insertar una moneda, comenzaban a moverse dando la sensación de estar cabalgando o manejando, según fuera el caso. Sin embargo, realmente era raro que mi mamá estuviera dispuesta a insertar una moneda cada vez que íbamos a la farmacia, así que tenía que conformarme con subirme y pretender que el caballito, que era mi favorito, empezaba a moverse. Ni siquiera era necesario que mi mamá requiriera algún medicamento; a mi hermano y a mí nos gustaba "escaparnos" de vez en cuando para subir un rato y convertirnos en jinetes y pilotos imaginarios. Un día, estaba sólo yo en esa farmacia imaginando una vez más que iba a toda velocidad montado en mi caballo, tal vez escapando de algún enemigo, cuando de repente, escuché tras de mí el sonido inconfundible de una moneda entrando en el dispositivo que activaba el movimiento del caballito. Sin siquiera tener tiempo de reaccionar, sentí el movimiento del caballo. No supe por un momento qué estaba pasando. No sabía quién había depositado esa moneda. En mi mente infantil sólo tuve el razonamiento de que no duraría por siempre y tenía que aprovecharlo. Así que momentáneamente olvidé mi consternación y me enfoqué a seguir cabalgando aún más rápido y a hacer que mis perseguidores imaginarios tragaran polvo como nunca lo habían hecho. Fue un momento realmente increíble... hasta que sentí que el caballito volvía poco a poco a su habitual inactividad y finalmente se detuvo. Con un poco de pena, bajé del caballo y busqué a la persona que depositó la moneda para poder agradecerle. No había nadie en el mostrador ni en las cercanías de la farmacía. Se había ido.

Nunca supe quién depositó esa moneda, pero ese pequeño detalle alegró a un niño e hizo que hasta la fecha recuerde el incidente. Y no es que esa persona hubiera invertido una fortuna o que le hubiera requerido un esfuerzo inhumano para lograr hacer sentir bien a alguien, fue sólo el deseo desinteresado de hacerlo, sin esperar siquiera un agradecimiento. De eso están hechos los detalles que valen la pena: del deseo de hacerle pasar un buen momento a una persona sin necesariamente esperar un "Gracias" de su boca.

El día de ayer un grupo de amigos celebró mi cumpleaños organizando una sorpresa para mí enmedio de una reunión de trabajo. Aunque tengo plena idea de quién ideó todo y cuál fue la aportación de cada uno, y aunque en más de una ocasión repetí el famoso "Gracias", de lo único que estoy seguro es que soy una persona verdaderamente afortunada por tener personas que buscaron hacerme pasar un buen momento y logran que hoy siga feliz de poder contar estas historias. Y aunque sé que no lo estaban esperando, vuelvo a decir: Gracias. Fue un gran detalle.

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