sábado, 7 de noviembre de 2009

¿Bueno?

Creo que todos hemos aprendido en algún punto de nuestra educación formal que el modelo básico de comunicación (al menos entre humanos) está formado por varios elementos tales como: Emisor (el que envía el mensaje), el Receptor (el que recibe el mensaje) y el Mensaje en sí. Claro, conforme vamos avanzando en el estudio nos damos cuenta de que existen otros componentes involucrados: el medio o canal de comunicación, posiblemente un codificador, y su correspondiente decodificador. Para complicar aún más las cosas, algunos autores incluyen elementos adicionales como el ruido o interferencia que puede provocar que la comunicación se distorsione o, incluso, que se interrumpa. Y bueno, sólo para no dejar olvidado ninguno, enumeraré la lista de componentes según la recopilación que hago de los apuntes de secundaria de uno de mis hijos: Fuente o Emisor (Remitente), Transmisor, Sistema de Transmisión, Receptor, Destino (Destinatario), Utilización del sistema de transmisión, Implemento de la Interfaz (así dice), Generación de la Señal, Sincronización, Gestión del Intercambio, Detección y corrección de Errores, Control de Flujo (no vienen más datos al respecto, así que no pregunten), Direccionamiento y Retroalimentación. ¿Complicado? Bueno, ojalá todo fuera así de simple.

Hoy en día, la forma más simple de comunicarnos en el trabajo es similar a lo siguiente: Llamada a cliente para confirmar si se conectará a la Conference Call que iniciará en un par de minutos. Nos pone en espera, por lo que podemos tomar la llamada entrante que interrumpe la primera. Es un compañero de trabajo avisando que se conectará vía Communicator a la conferencia telefónica pero un poco más tarde de lo esperado, queda en que enviará un mensaje de texto en cuanto se desocupe para que estemos enterados. Regresamos a la llamada anterior sólo para verificar que seguimos en Espera. Nos conectamos al Messenger y vemos conectado a un amigo con quien no hemos platicado recientemente, abrimos una conversación con él y lo saludamos, quedamos de vernos algún día y nos dice que seguimos en contacto vía Twitter. Lo cual nos recuerda que no hemos actualizado nuestro estado en varios minutos (sí, minutos) así que rápidamente nos conectamos y tecleamos "Esperando a que el cliente me conteste". Nos llega un mensaje de texto avisando que hay un nuevo depósito en nuestra cuenta de nómina, por lo que, sin descuidar la llamada que sigue en espera, hacemos rápidamente una llamada al Banco por Teléfono para hacer una transferencia entre cuentas propias. Justo al finalizar la operación bancaria, el cliente confirma que sí se conectará, así que vía correo enviamos la presentación y otros documentos a todos los participantes para poder comenzar. Todo esto mientras le hacemos señas al limpia-parabrisas para que no se acerque a nuestro carro y nos disponemos a seguir avanzando por el tráfico.

En efecto, la forma que tenemos actualmente para comunicarnos ha cambiado drásticamente si la comparamos a como estábamos acostumbrados no mucho tiempo atrás. Tal vez parezca inverosímil, pero todavía recuerdo cuando los teléfonos eran sólo eso: teléfonos. De hecho, recuerdo perfectamente el primer aparato telefónico que tuve en casa. Por supuesto, era apenas un niño de unos 5 ó 6 años y vivía en un departamento pequeño con mis padres y mis hermanos. Un buen día, ocurrió algo que, entre una de tantas cosas que a esa edad no comprendía, llamó especialmente mi atención: Un empleado de Telmex llamó a nuestra puerta y dijo que venía a hacer la instalación de nuestra nueva línea telefónica. Mis padres lo dejaron pasar y en cuestión de minutos tendió el cable a lo largo de nuestra sala, lo sujetó a la pared con una "pistola de grapas" y finalmente conectó al extremo del cable el tan extraño aparato telefónico color beige. Después de hacer algunas pruebas para verificar el buen funcionamiento de la línea, concluyó: "Listo, está conectado y funcionando". Han pasado muchos años y aún recuerdo la expresión de alegría que pude notar en la cara de mi madre. Era como si hubiera ganado el premio mayor de la lotería. Apenas podía contener la emoción. Recuerdo que le dije: "¡Estás contenta! ¿Por qué? ¿Qué pasa?" Su respuesta fue simple y todavía con una sonrisa en el rostro: "¡Tenemos teléfono!". Por supuesto, no entendía yo la razón de tanta euforia en aquel momento. "¿Qué tiene de especial esto?" pensé. Algunos tal vez no los recuerden pero los teléfonos de ese tiempo tenían algunas diferencias con respecto a los actuales: En lugar de las teclas con números que hoy conocemos, para poder hacer una llamada era necesario girar una disco (generalmente transparente) que tenía 10 agujeros numerados del 1 al 9 y finalmente el cero. Obviamente cada agujero tenía el tamaño adecuado que permitía insertar un dedo señalando el número a marcar, girarlo en sentido de las manecillas del reloj y llevarlo hasta un tope metálico que estaba comúnmente a la derecha del número 1, esperar a que regresara a su posición inicial y posteriormente continuar con esta secuencia por cada uno de los dígitos que componía el número a marcar. Si uno ponía el auricular en su oído al ir "marcando", podía escuchar los característicos "pulsos" que emitía el disco al regresar a su posición original.




Por supuesto, las llamadas en espera, conferencias telefónicas, identificador de llamadas y otras funcionalidades todavía no existían y lo mejor, nadie se quejaba al respecto. El uso que normalmente le dábamos al teléfono era muy básico debido a las "limitantes" que existían: Era fijo, es decir que solamente podía ser utilizado cuando había alguien en casa que pudiera contestar al escuchar el tradicional y común sonido tipo "campanilla" que emitía al recibir una llamada. Pero claro, ya empezaba a evolucionar desde entonces. Era posible consultar la hora exacta usando el teléfono al marcar el entonces famoso 03. Ok. sé que no es gran cosa pero fueron los primeros pasos para darle más funciones al mismo aparato.

Pero más allá del aparato telefónico en sí, su importancia siempre ha radicado en comunicar lo que una persona quiere compartirle a otra. ¿Quién no se ha vuelto un poco más loco esperando la tan ansiada llamada de alguien especial para nosotros? Incluso revisando si el teléfono está bien conectado o asegurándonos de que el celular tiene señal. ¿O quién no ha durado muchos minutos, incluso horas, en una sola llamada, sin querer colgar para seguir conversando con aquella persona tan especial? Y desafortunadamente, ¿quién no ha recibido alguna llamada donde no se reciben más que malas noticias, en ocasiones trágicas?

Hoy existen cientos de formas para comunicarse, pero algo que hace increíblemente indispensable al teléfono actual es que es portátil y la versatilidad que ofrece para comunicarnos prácticamente en cualquier momento, en cualquier lugar. Los usos son variados, desde un simple "hola" hasta las más elaboradas bromas y comunicaciones a veces impensables.

Ayer recibí un mensaje de texto en mi celular de una persona muy querida para mí. Aunque con cierta complejidad porque lo escribió en otro idioma, el mensaje era simple: "Siempre serás mi amigo". Fue aquí cuando comprendí la felicidad que sintió mi madre al saberse dueña de un teléfono. No es el valor del aparato, ni la cantidad de personas que con las que te puedes comunicar usándolo. Es la oportunidad que se abre de que las personas que quieres te hagan saber su cariño aunque no estén junto a ti en ese momento. Y la capacidad de romper la barrera del espacio para poder contestar a la distancia "Sí, lo seré".

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